Cuenta una fábula que hubo un fuerte incendio forestal. Varios animales lograron escapar del fuego, encontrando refugio en zonas seguras. Otros corrieron a avisar a otros que el fuego había comenzado; pidieron ayuda, mas no hicieron nada por sofocarlo. Sin embargo, un pequeño colibrí comenzó a realizar una labor: con su pequeño pico, recogía incansable una gota de agua de un estanque cercano y volaba hacia el centro de las llamas, arrojando la pequeña gota sobre las llamas. Lo hacía una y otra vez.

El oso hormiguero, observando la escena, le dijo al colibrí: «¿No ves que todo tu esfuerzo no sirve de nada? ¡Las gotas de agua no pueden contener este fuego!». Indignado, el pajarito respondió: «Yo estoy haciendo mi parte, ofrezco mi cuota de ayuda. Si todo el mundo hiciera lo mismo, podríamos haber extinguido el fuego hace mucho tiempo». La respuesta del colibrí caló en el oso hormiguero y en otros animales de la selva, que comenzaron a llevar agua del lago hasta las llamas, logrando así extinguir el incendio, que ya había causado mucho daño en el bosque.

La fábula del colibrí y el fuego es parecido al trabajo que se realiza en la Sociedad de San Vicente de Paúl. Como colibríes, los vicentinos llevan su gotita de agua a las casas de las familias socorridas o que son atendidas en obras sociales, tales como hogares de ancianos y centros de día. La gota vicentina es la cesta básica, el vale a cambio de alimentos, las medicinas, los útiles escolares para los niños, los zapatos, la manta para calentarse del frío, entre otras formas de apoyo voluntario.

Esa gota vicentina, en ocasiones, es tan importante para estas familias que se convierte en una verdadera fuente que alivia las necesidades más urgentes e inmediatas, como son el hambre, la enfermedad, el desempleo y la desilusión ante la vida. Ya que hay casi 50.000 conferencias en todo el mundo, podemos garantizar que las gotas reunidas se convierten en un verdadero río de caridad en favor de los más desfavorecidos.

Pero la principal gota que los vicentinos dejan en los hogares de las personas a las que atienden es la Palabra de Dios. Cada oración, cada lectura del Evangelio, cada palabra de ánimo a participar en la Santa Misa… son pequeñas gotas de espiritualidad que, con seguridad, van a sofocar el fuego de la desesperanza y salvar a los corazones perdidos. La naturaleza espiritual de las acciones desarrolladas por las conferencias de todo el mundo hacen de la Sociedad de San Vicente de Paúl una organización verdaderamente preocupada por el crecimiento religioso de los hermanos excluidos.

Volviendo a la fábula: los vicentinos asumen el lugar del colibrí, pero también podemos decir que hay muchas personas que huyen de su responsabilidad por hacer un mundo mejor, pudiendo compartir un poco de su riqueza con los que sufren. Podemos comparar a estas personas con los animales que huyen del fuego sin hacer nada por sofocarlo. También existen personas que hablan mucho, pero hacen poco. Por lo general tienden a procuparse por cuestiones políticas o de auto-promoción, claman contra la injusticia, pero no se ponen manos a la obra para transformar esa realidad perversa. Pueden ser comparados con los animales del bosque que anunciaban el fuego a los otros animales.

Los vicentinos colibríes están ahí, discretos y anónimos, haciendo su parte para que el mensaje de Cristo pueda llegar a los corazones de todos, mitigando sus miserias urgentes y ayudando a estos hijos de Dios a vivir una vida digna, recta y acorde a valores cristianos tan olvidados hoy, como son la fraternidad, la solidaridad y la caridad.

Renato Lima de Oliveira
16º Presidente General de la Sociedad de San Vicente de Paúl

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