II Sam 7, 1-5.8-12.14.16; Salmo 88; Lc 1, 67-7.
“Yo seré para él un padre, y él será para mí un hijo”
Nueve meses, nueve largos meses. Para Isabel, gestando una vida, para Zacarías, gestando un himno. Y después, un parto gozoso para ambos. No quiero imaginarme qué fue de aquella tablilla en la que Zacarías escribió el último mensaje de su mudez: “Juan es su nombre”.
Lo más notable de aquel día es que se le soltó la lengua y se arrancó con un himno que la Iglesia recuerda y hace suyo en la hora de Laudes.
Cuatro estrofas, de las cuales solo una (la 3ª) está dirigida a su propio hijo, profeta y precursor. Las demás se desgranan en alabanzas a la fidelidad de Dios y a su infinita bondad, que ha enviado la luz, el sol que nace de lo alto para iluminar nuestros pasos, para que podamos caminar sin temor, en santidad y justicia en su presencia.
Hoy se acaba el Adviento. Apenas tres semanas de preparación. Cabría preguntarse: ¿Cómo llego yo a la Navidad? ¿Cuál es el estado de mi corazón para saborear el misterio de Navidad? ¿Estaré yo entre los hombres y mujeres de ‘buena voluntad’ sobre los que se derrame su paz?
Que esta noche, noche de Navidad, sea una “noche santa” para ti y para toda tu familia.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Miguel Blázquez Avis, CM
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