Evangelio y Vida para el 21 de diciembre de 2018

por | Dic 21, 2018 | Evangelio y Vida, Formación, Reflexiones | 0 Comentarios

Cant 2, 8-14 o Sof 3, 14-18; Salmo 32; Lc 1, 39-45.

“O Oriens: ¡Oh sol que naces de lo alto!”

¡Qué notición! María sería madre. Y ¡de qué forma! Sin dejar de ser virgen. Esa noticia había que compartirla. Primero con su esposo José. Después, con una mujer agraciada y bendecida como ella, que la comprendería perfectamente y que, además, la necesitaba: Isabel.

Y María se pone en camino “presurosa”. A sus quince años, María no corría, volaba como la paloma del Cantar (1ª lectura).

Hay quien ha comparado este viaje al traslado del Arca de la Alianza. María sería la nueva Arca que porta al legislador de la nueva ley. Hay quien en un arrebato poético, ha dicho que aquel viaje fue la “primera procesión de Corpus”.

Lo que sí es cierto es que, entrar María en casa de Zacarías e Isabel y quedar la casa inundada del gozo del Espíritu Santo, fue todo uno. Las dos mujeres se saludaron con palabras prestadas del Espíritu Santo; los dos bebés, aun no nacidos, presintieron su presencia el uno del otro y brincaron de alegría. María e Isabel se quitarían la palabra de la boca contando cómo el Señor había sido bueno con ellas.

¿Y Zacarías? Ahí estaría, calladito, calladito, admirando la fe de aquellas dos mujeres, lamentando que la suya hubiera sido tan escasa.

¿Es nuestra fe generosa o egoísta? ¿Compartimos con gusto el gozo de nuestra experiencia de Dios?

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Miguel Blázquez Avis, CM

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