“O clavis David: Oh llave de David y cetro de la Casa de Israel”
Is 7, 10-14; Salmo 23; Lc 1, 5-25.
“Vas a concebir y darás a luz un hijo…Hijo del Altísimo…Hijo de Dios”. Esto le dijo el ángel.
¿En el cielo hay porras? Escuchemos a S. Bernardo: “Mira que el Ángel aguarda tu respuesta…. También nosotros, los condenados infelizmente a muerte por la divina sentencia, esperamos, Señora, esta palabra de misericordia. Se pone entre tus manos el precio de nuestra salvación; en seguida seremos librados si consientes…
Esto te suplica, oh piadosa Virgen, el triste Adán… Esto Abrahán, esto David, con todos los santos antecesores tuyos, …esto mismo te pide el mundo todo, postrado a tus pies. Y no sin motivo aguarda con ansia tu respuesta, porque de tu palabra depende el consuelo de los miserables, la redención de los cautivos, la libertad de los condenados, la salvación, finalmente, de todos los hijos de Adán, de todo tu linaje. Da pronto tu respuesta… pronuncia tu palabra y concibe la divina; emite una palabra fugaz y acoge en tu seno a la Palabra eterna. ¿Por qué tardas? ¿Qué recelas? Cree, di que sí y recibe. Que tu humildad se revista de audacia… Abre, Virgen dichosa, el corazón a la fe, los labios al consentimiento, las castas entrañas al Criador… Levántate, corre, abre. Levántate por la fe, corre por la devoción, abre por el consentimiento”.
Y María dio su “sí”, y en el cielo resonó un suspiro de alivio, y hubo fiesta.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Miguel Blázquez Avis, CM
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