Is 48, 17-19; Salmo 1; Mt 11, 16-19.
“Te instruyo por tu bien, te marco el camino a seguir”
De nuevo hay que dejar claro que este evangelio va dirigido no a los incrédulos o ateos, sino a creyentes, a bautizados. Es entre éstos donde se encuentra esa inmensa legión de inconformes e insatisfechos; pero no con una insatisfacción que les haga aumentar la búsqueda, sino la insatisfacción como incordio.
Para ellos, Juan “tiene un demonio” y Jesús es un “borrachito empedernido”. La Iglesia preconciliar era “así”, y la postconciliar es “asá”: El asunto es justificar la propia incoherencia.
A falta de una sólida formación cristiana, muchos católicos se dejan llevar por toda clase de novedades de tipo religioso. Su tutor es la televisión u otros medios de comunicación. Su credo, un revoltijo acomodaticio de creencias, con frecuencia contradictorias. Lo malo de muchos católicos es que bailan a cualquier son que les toquen.
Cristo nos recuerda que nuestra relación con Dios no puede ser dejada al capricho o al estado de ánimo de uno (me nace, no me nace).
Él fue testigo y contemporáneo de una generación caprichosa, a quien no complacían los caminos de Dios. ¿Qué diría Jesús de nuestra generación?
Si sólo bailáramos al son que Dios nos toca, nos iría mejor en nuestra vida cristiana.
Dejémonos instruir por Dios.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Miguel Blázquez Avis, CM
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