El Rev. Dr. William J. Barber II, acaba de escribir un libro titulado «Revive Us Again: Vision and Action in Moral Organizing» [«Revívenos nuevamente: Visión y acción en la organización moral»]. El obispo Barber (ministro de la Iglesia de Cristo Unida) ocupa actualmente la Presidencia Vicenciana de Justicia Social en la Universidad de San Juan (Nueva York, Estados Unidos). Figura conocida a nivel nacional sobre temas como el racismo, los derechos de voto y la opresión de los pobres, el obispo es un orador dinámico y convincente. Levanta reacciones a uno y otro lado.
En este último libro, el Reverendo Barber dedica un tiempo a reflexionar sobre el sermón inaugural de Jesús en Lucas 4: “El Espíritu del Señor está sobre mí; me ha enviado a predicar el Evangelio a los pobres”. Todos los que vivimos en el mundo vicenciano sabemos cuánto atesoró nuestro Fundador estas palabras de Jesús mientras leía del profeta Isaías. Vncente reconoció cómo esta convocatoria se le aplicaba a él y a su misión. El reverendo Barber mantiene hacia este pasaje una estima similar y escucha la llamada que dirige a su ministerio:
“Si modelamos nuestra predicación siguiendo a Jesús, aprendemos que la proclamación, que comienza en un espacio designado para la adoración, necesariamente se traslada a la plaza pública… en ninguna parte es más claro que en su sermón inaugural en su ciudad natal de Nazaret” (página 18)
Trabajo arduamente para preparar mis homilías y las ofrezco de una manera competente, pero confieso que tengo un cierto temor a ser demasiado conflictivo. Molestar a las personas y desafiar a la fuerza su forma de vivir vidas evangélicas no ha sido mi estilo.
He predicado en muchas ocasiones sobre el pasaje de Lucas; incluso he impartido un taller sobre él desde un punto de vista bíblico, pero no permití que esa poderosa dirección particular que le dio el Obispo condujera mi pensamiento. Se lo proclama a sí mismo y a otros como una invitación a hablar en voz alta y sin temor a ser demasiado «político», prefiere hablar de «moral».
“Debido a que la unción de Dios amenaza los sistemas políticos y económicos existentes de cualquier sociedad, su verdad es resistida por los poderosos… El espíritu que quiere mantener las buenas nuevas de Jesús fuera de la plaza pública es un espíritu profano». (Página 24)
La verdad de esta afirmación me impresiona. La plaza pública crea las posiciones que influyen en el estado de los pobres. La política y la lealtad a los partidos codifican estas disposiciones en la ley. ¿Se puede predicar el Evangelio y defender los derechos de los pobres sin involucrarse en los corredores del poder, sin ser políticos? La caricatura que separa cortésmente el lugar del culto del lugar del trabajo sirve solo a aquellos que no quieren que el Evangelio sea escuchado con autoridad en ambas esferas.
Como sabemos, Vicente fue un hombre firmemente anclado en su tiempo y en su lugar. Caminó por las calles más pobres de París, así como por los opulentos salones de los palacios. Hablaba cortésmente, pero nunca comprometía sus principios o las necesidades de los pobres. Uno puede discernir cómo sus palabras fluían desde los centros de adoración a la plaza pública.
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