Entre los días 19 de julio al 27 de septiembre de 2018, tuve el privilegio de hacer una experiencia misionera en la parroquia de la Medalla Milagrosa, Archidiócesis de Tegucigalpa, en Honduras.
Cuando llegué, experimenté todos los sentimientos de quien se enfrenta a un desafío, es decir, a algo totalmente nuevo: una nueva realidad, un nuevo contexto cultural, político, social y religioso. Sin embargo, es en la humildad y simplicidad donde se construyen relaciones y se establecen lazos de amistad y de acercamiento. De hecho, apoyándome en las virtudes que heredé de San Vicente de Paúl, no he necesitado mucho tiempo para mi inserción y para el establecimiento de lazos de amistad y de acercamiento, sobre todo con las personas con quienes colaboraría en la misión de la evangelización.
En cuanto a mi colaboración, me involucré en las diversas actividades pastorales de la comunidad local de los misioneros, especialmente las celebraciones eucarísticas en la sede de la parroquia y en las comunidades, administración de los sacramentos, visitas a las familias y los enfermos en los hospitales y en sus domicilios, acompañamiento a los diversos grupos de oración en los barrios, asesoría a los diversos ministerios, realización de las exequias fúnebres y bendiciones.
Quisiera destacar tres acontecimientos eclesiales en los que tuve el honor de participar: las jornadas de la campaña infantil; la vivencia intensa del mes de agosto, dedicado a la oración por la familia y por los matrimonios; y la marcha archdiocesana por la Paz y la Vida que se celebró el 11 de agosto.
Tuve la alegría de orientar y animar algunos momentos formativos de nuestros seminaristas. En concreto, el director de la formación, el P. Roberto Adrián, C. M., me pidió que explicara la Introducción de los votos de la Congregación de la Misión y que hablara especialmente de la misión de la Viceprovincia de Mozambique. Me quedé con la impresión de que estos temas suscitaron mucha atención e interés en los jóvenes, sobre todo en lo relacionado con los desafíos actuales de los votos y la dimensión misionera de la Congregación.
La convivencia y el compartir fraterno con los Padres y con los seminaristas enriquecieron mi experiencia de vida comunitaria en la diversidad y fortalecieron mi sentido de pertenencia a la Congregación de la Misión. Mi colaboración en los compromisos pastorales de la comunidad me permitieron entender, con más realismo y profundidad, la importancia de que nosotros, como miembros de la Congregación de la Misión, nos involucremos con entusiasmo en la misión universal de la Iglesia.
Quiero agradecer a la Provincia San Vicente de Paul-España esta oportunidad que me ha brindado para realizar esta riquísima experiencia misionera. Agradezco a la Región de Honduras, en particular a la comunidad de Tegucigalpa, la acogida y la confianza que ha depositado en mí para colaborar en las varias y variadas tareas evangelizadoras. Mi agradecimiento se extiende a todos los miembros de la parroquia de la Medalla Milagrosa y sus comunidades por la acogida, amistad y alegría que me proporcionaron durante mi estancia en tierras hondureñas.
Inocencio Francisco Sipoia, C. M.
Fuente: http://misionerospaules.org/
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