Jer 33, 14-16; Salmo 24; 1 Tes 3, 12- 4, 2; Lc 21, 25-28.34-36.
Y una vez más… Adviento.
Bueno, si lo miramos así, entonces es el caso de la mulita quedavueltasalanoriayalcompletarunavueltaseencuentra en el mismo lugar; y así vuelta tras vuelta. Pero éste no debe ser el caso al comenzar nosotros un nuevo Año Litúrgico. Es cierto que vamos a conmemorar y contemplar los mismos misterios de la historia de la salvación y de Cristo,
pero lo debemos hacer desde una nueva altura. Algo habremos crecido en la fe durante este año pasado.
El Adviento evoca el pasado, nos retrotrae a algo que sucedió histórica- mente hace dos mil años y que nosotros celebramos en Navidad: el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo. Un acontecimiento que nos mueve a la alegría y a la acción de gracias. El Adviento nos dirige también hacia el futuro, hacia el advenimiento de Cristo en gloria y majestad, a ese encuentro esperanzador con él al final de los tiempos. Esto nos centra en la esperanza.
Y nos ofrece las líneas de acción para el presente:
Afianzarnos en la certeza
… de que Dios es un Dios liberador;
… de que el reinado de Dios ya está entre nosotros y no podemos distraernos hasta el punto de no advertir su presencia;
… de que este tiempo es un tiempo de testimonio. Los cristianos seguimos descubriendo a Cristo presente, aunque oculta y sacramentalmente, en los sacramentos.
“Estén despiertos, con la cabeza alta”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Miguel Blázquez Avis, CM
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