Hacedores de la Palabra: Santos Oscar Romero y Vicente de Paúl

por | Oct 14, 2018 | Formación, Noticias, Reflexiones | 0 comentarios

El equipo de .famvin se regocija con el pueblo de El Salvador y la Iglesia universal. Con motivo de la canonización del obispo Oscar Arnulfo Romero, ofrecemos estas reflexiones basadas en una reflexión del p. John Freund, C.M. para todos los vicencianos sobre San Oscar Romero y San Vicente de Paúl: oyentes y hacedores de la Palabra.

San Salvador: Erzbischof Oscar Romero bei der Predigt. Diese Bilder von Gadmer sind Eigentum von Bethlehem Mission Immensee und dürfen auch extern verwendet werden.

¿Qué significa ser santo? El teólogo y crítico social cristiano William Stringfellow escribió en cierta ocasión:

Estoy llamado por la Palabra de Dios, como a todos los demás, a la vocación de ser humano, nada más y nada menos… Ser cristiano significa ser llamado a ser un ser humano ejemplar. Y ser un cristiano categóricamente no significa ser religioso. De hecho, todas las versiones religiosas del evangelio son blasfemias.

Ante la muerte, vive humanamente. En medio del caos, celebra la Palabra. En medio de Babel, di la verdad. Enfrenta el ruido, la verborrea y la falsedad de la muerte con la verdad, la potencia y la eficacia de la Palabra de Dios. Conozca la Palabra, enseñe la Palabra, alimente la Palabra, predique la Palabra, defina la Palabra, encarne la Palabra, haga la Palabra, viva la Palabra. Y más que eso, en la Palabra de Dios, exponga la muerte y todas las obras y artimañas de la muerte, reprenda las mentiras, arroje a los demonios, exorcice, limpie a los poseídos, levante a los muertos en mente y conciencia. (William Stringfellow, Escrituras esenciales)

Oscar y Vicente: ambos escucharon las palabras de Jesús en Lucas: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió para proclamar buenas nuevas a los pobres. Me envió a proclamar la libertad para los prisioneros y la vista a los ciegos, y a liberar a los oprimidos».

San Vicente tomó estas palabras como la llamada fundamental de su vida y de los que siguieron sus pasos. Quizás en su conferencia más famosa, sobre «El fin de la congregación» (6 de diciembre de 1658), declara:

“… dar a conocer a Dios a los pobres, anunciarles a Jesucristo, decirles que el reino de los cielos está cerca y que es para los pobres. Oh, ¡qué grande es esto!… tan sublime es predicar el evangelio a los pobres que es, por encima de todo, el oficio del Hijo de Dios”.

San Oscar Romero escribió:

“Cuando hablamos de la Iglesia de los pobres, no estamos utilizando la dialéctica marxista, como si hubiera otra iglesia de los ricos. Lo que estamos diciendo es que Cristo, inspirado por el Espíritu de Dios, declaró: ‘El Señor me ha enviado a predicar buenas nuevas a los pobres’ —palabras de la Biblia—, así que debemos hacernos pobres para que nos escuchen”.

En 2001 José Vicente Nacher Tatay, CM ofreció estos signos de un profeta en el artículo “El carácter profético del carisma vicenciano”:

Los profetas irradian trascendencia. Si el profeta es aquél que habla en nombre de Dios, entonces seguramente el signo más claro de autenticidad profética es que podemos ver a Dios en él o ella.

Tienen contacto vital con las necesidades humanas graves. “El ciegos ven, los cojos andan, los pobres acogen la buena noticia que se les predicó.” Los profetas no sólo claman por justicia, también caminan junto a los pobres en la senda hacia la liberación.

Viven en la solidaridad con los demás. En un mundo donde hay tanto individualismo, el profeta proclama la corresponsabilidad, la familia, la integración, la unidad de la humanidad.

Son testigos de una vida sencilla. Los profetas saben lo que es importante en la vida. Sus valores son claros. Buscan la “única cosa necesaria”. Todo lo demás es secundario. Por esta razón, hay una hermosa simplicidad en sus vidas.

Comunican alegría. La alegría y la paz del Señor brillan a través de los profetas. Cantan un cántico nuevo. El Señor resucitado está vívidamente presente en sus palabras y en sus acciones. Son personas de resurrección y el aleluya es su canción.

Ciertamente, estos signos estaban presentes tanto en san Oscar Romero como en san Vicente de Paúl.

El mismo autor concluye con estas reflexiones para la Familia Vicenciana y con ello le desafía es ser oyentes… y a poner en práctica las palabras de Jesús.

Nuestro carisma vicenciano sólo podrá ser proféticamente creíble si realmente lo vivimos. La clave de la profecía es la fidelidad (recordar). Cualquier otra cosa sería un escándalo, una mentira, una historia sobre alguien que dio y luego tomó para sí lo que había dado. Así pues, seamos fieles a nuestra vocación y fieles al Señor, origen de nuestra vocación. Si somos fieles al carisma, el carisma nos mantendrá fieles.

Discernimiento: ¿Intentamos vivir lo que viene de Dios? ¿Es este el momento propicio? ¿Estamos dispuestos a aceptar las dificultades? ¿Estamos dispuestos a entrar en la dinámica del Misterio Pascual (morir para vivir)? Si lo estamos, entonces sí, tenemos un lugar en la Iglesia porque el Espíritu Santo nos ha dado dones (dones para el servicio, dones para evangelizar a aquellos que son pobres).

Concluimos con las palabras de Juan Pablo II, palabras dirigidas a las Hijas de la Caridad durante su Asamblea General de 1997 que, con su permiso, dirigimos a todos los vicencianos: El carisma del señor Vicente está ardiendo hoy y es tu responsabilidad, junto a tu familia espiritual, el mantenerlo vivo allí donde estás.

«Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.» (Sant. 1: 22-25)

No olvidemos quiénes somos, y seamos hacedores de la Palabra. Que la canonización del obispo Romero nos impulse a la defensa y la acción. En palabras de Stringfellow, que la Familia Vicenciana, a través del poder de Cristo crucificado y resucitado, «… levante a los muertos de mente y conciencia».

¡San Oscar Arnulfo Romero, ruega por nosotros! ¡San Vicente de Paúl, ruega por nosotros!

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