Cuando pienso en el tiempo previo a participar en los Voluntarios Vicencianos de Colorado (CVV), no era lo que me había imaginado para mí mismo después de la universidad. Soy planificador y tengo un plan de cinco años para mí. Quería ir al extranjero justo después de la graduación y servir en un país de habla española durante el primer año. Esto no es lo que Dios había planeado para mí en ese momento. No fue hasta tres años después de la universidad cuando tuve la oportunidad de servir en el extranjero. A través de esto, me di cuenta de que no vivo en mi propio tiempo sino en el tiempo de Dios.

Durante mi año de servicio en CVV, no estaba completamente en mi zona de confort cuando se trataba de mi trabajo en la  Escuela Secundaria Jesuita «Arrupe». Amaba a Arrupe, pero todavía estaba creciendo como persona y no podía usar allí todos mis dones como individuo. Provengo de una casa en el área rural de Kentucky con ambos padres trabajadores, a los que idolatraba. En Arrupe estaba trabajando con alumnos de secundaria de zonas desfavorecidas, muchos de ellos provenientes de hogares difíciles. Todavía no me sentía cómodo en mi papel y listo para el desafío de desarrollar relaciones con estudiantes de diversos antecedentes y que no tenían problemas a la hora de desafiar a la autoridad. Aunque no estaba mi mejor yo en Arrupe, CVV estaba allí para ayudar a fomentar mi crecimiento, especialmente en términos de comunidad.

Como la mayoría de los CVV, la comunidad fue una de gran importancia en mi año. Estableció el estándar para las tres comunidades que tendría después. La idea de intencionalidad se volvió muy importante para mí. Aprendí a buscar esas relaciones con miembros de la comunidad con los que tenía menos contacto, para mejorarlas. Además, aprendí que la intencionalidad se veía diferente para todos en la comunidad. Muchas veces iba a la cocina para estar cerca de otros, y esto es lo que pensé que era la intencionalidad en la comunidad. Los que no estaban en la cocina, no estaban siendo intencionales, pero afortunadamente esta idea cambió a medida que avanzaba el año. Tener este modelo de comunidad en el que apoyarse realmente me ayudó en otras comunidades.

CVV me puso en el camino del tiempo de Dios que finalmente me llevó a «Amigos de Jesús». En 2014, tres años después de la universidad, fui a Amigos de Jesús, un hogar de niños en Honduras. En Honduras, estuve expuesto a nuevos desafíos como aprender un nuevo idioma, adaptarme a una nueva cultura, desarrollar nuevas relaciones y formar una nueva comunidad de voluntarios que experimentaban lo mismo que yo. Una vez más, se me puso en una situación para trabajar con jóvenes de diferente origen que yo, pero esta vez me sentí más a gusto lidiando con ellos. Con todos estos nuevos desafíos, la comunidad fue una de las más difíciles porque todos estábamos procesando esta experiencia de manera diferente. Con los antecedentes de CVV, aunque a veces fuera difícil, me sentí lo suficientemente cómodo como para ser intencional con los miembros de mi comunidad e impulsar el apoyo de la comunidad que encontré en CVV.

Incluso con estos nuevos desafíos en Amigos, me sentí cómodo en mi nuevo hogar, estableciendo relaciones con los niños y los cuidadores en una cultura y un idioma diferentes. Extendí mi compromiso de un a dos años. Es un lugar del que me he enamorado. Desde entonces, hice volví tres veces, estoy escribiendo este artículo mientras estoy de visita durante todo el receso de verano de mi maestro.

Me pregunto cómo habría sido mi primer año fuera de la universidad si estuviera sirviendo en el extranjero en lugar de CVV. Estoy agradecido de que Dios me haya guiado tanto a CVV como a Amigos en su tiempo. Sin la experiencia de Arrupe y las herramientas que CVV me dio, mi experiencia en Amigos se habría visto muy diferente. En mi vida ha habido muchas cosas que planeo completar en un tiempo determinado, pero nunca parece funcionar. Estoy agradecido de que Dios tiene la línea de tiempo perfecta para mí.