1Co 15, 35-37.42-49; Sal 55; Lc 8, 4-15.
“La tierra buena son los que escuchan la palabra, la guardan y dan fruto”
La parábola del sembrador resume la predicación del Reino que Jesús va anunciando en las sinagogas y en las casas, en la ciudades y en los pueblos, en las plazas y en el campo. Todos sus oyentes son representados por los distintos terrenos en los que el sembrador esparce su semilla.
Jesús nos invita a revisar los efectos que produce en nosotros la escucha de la Palabra de Dios, tan necesaria para nuestra vida espiritual, y a reflexionar que la siembra es necesaria para obtener frutos que alimentan nuestra vida y fortalecen nuestro cuerpo. Pero todo dependerá de la constancia.
La Palabra de Dios ilumina nuestro entendimiento y fortalece nuestra voluntad para poder amar a Dios y a los demás. Tenemos un sembrador que hace bien su trabajo, una semilla buena, que puede dar mucho fruto, así que a nosotros corresponde proporcionar las condiciones adecuadas para que esa semilla nazca, crezca fuerte y dé fruto
abundante. ¿Qué es lo que debemos arrancar de nuestro terreno? ¿Cuánto tiempo durante el día dedicas a la lectura de la Biblia?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autora: Luz María Ramírez González
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