1Co 12, 31-13.13; Sal 32; Lc 7, 31-35.
“Tocamos y no bailan, cantamos lamentaciones y no lloran”
En el Evangelio de hoy Jesús nos presenta una escena de unos niños jugando en una plaza y aprovecha esta ocasión para hacer una relación entre él y Juan el Bautista. Cada uno, a su manera, estaba llevando a cabo su misión, con estilos y dones personales diferentes.
Juan, como precursor, preparando el camino con una vida de observancia estricta de la ley. Jesús, el Mesías, anunciando la llegada del Reino de Dios, pero con una actitud abierta a todos, especialmente a los pobres y los pecadores.
Sin embargo, esto no era suficiente para muchos de sus contemporáneos, porque mientras unos aceptaban su mensaje y su manera de vivir, otros lo rechazaban. No quedaban contentos ni con uno ni con otro; y por eso Jesús les echa en cara su incredulidad; pues ahora ya no son niños, ahora son adultos pero actúan igual de inmaduros y caprichosos. En su indiferencia, en su incomprensión, en su falta de disponibilidad y en su superficialidad, son incapaces de leer la historia y de abrirse a la revelación de Dios, de sus caminos y de sus leyes.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autora: Luz María Ramírez González
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