2 Tes 1, 1-5. 11-12; Sal 95; Mt 23, 13-22.
“Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas,…”
El movimiento religioso de los fariseos surgió antes de la venida del Salvador, con la intención de vivir “con puntualidad la Ley (la Palabra de Dios)”. Con el paso del tiempo se desvirtuó, cayendo en lo que Jesús tanto les criticaba: la hipocresía, la vanidad, la presunción y la autosuficiencia delante de Dios, entre otras cosas.
Lo que Jesús les reclama es que se presentan como maestros de la gente, pero dicen una cosa y hacen otra; lo que ellos piden no lo hacen ellos mismos; quieren ser vistos y reconocidos delante de los demás, ocupando los lugares más importantes y vistosos. Por eso pide a sus discípulos “no dejarse” contaminar de la levadura de la hipocresía y vivir siempre en humildad.
La advertencia es también para nosotros, discípulos y misioneros del Señor. Si hacemos un examen de conciencia podemos notar que es fácil contagiarnos de la hipocresía y de la vanidad. Cuando en nuestra relación con la comunidad nos dejamos llevar por las apariencias y el qué dirán, corremos gravemente el riesgo de contagiarnos. Estamos invitados a realizar todos los días un examen de conciencia y estar atentos. No digas “de esa agua no he de beber…”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Juan Carlos Reyes Mendoza, cm
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