Ez 18, 1-10. 13. 30-32; Sal 50; Mt 19, 13-15,
“Dejen que los niños vengan a mí… porque de los que son como ellos, es el Reino de los Cielos”
La actitud de Jesús hacia los pobres fue a veces incomprendida por sus contemporáneos, porque les rompía sus esquemas de vida y de fe; ellos entendían que no podían acercarse ni tocar a ciertas personas (leprosos, hemorroísa, publicano), a otros ni hablarles y ni mostrarles amabilidad (mujer sirofenicia, centurión, samaritana) ni siquiera valorar (los niños).
Qué equivocados estaban en su modo de entender la Palabra de Dios, en el espíritu verdadero con que fue escrita.
Con su modo de vivir y de enseñar, Jesús muestra qué es lo que realmente Dios nos pide, lo cual se resume en el mandamiento más importante: “Amarás al Señor, tu Dios, tú único Señor, con todo el corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Y a tu prójimo como a ti mismo… En esto se resume toda la Ley y los Profetas”. Jesús quiere que participemos en la construcción del Reino, siendo como “niños”, que nos sintamos abrazados por Dios que es amor, y a la vez, extendamos nuestros brazos para con los “pequeños”, predilectos de Dios.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Juan Carlos Reyes Mendoza, cm
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