Ez 2, 8 – 3,4; Sal 118; Mt 18, 1-5. 10. 12-14.
«Yo les aseguro: si no cambian y de hacen como los niños, no entrarán en el Reino de los Cielos»
Cuando leemos el evangelio y observamos la conducta de los discípulos, confirmamos que tuvieron que vivir un tiempo de maduración en su seguimiento de Jesús y que la luz de la resurrección les ayudará a entender todo lo acontecido en torno al Señor.
La pregunta que hacen a Jesús: ¿Quién es el mayor en el Reino de los Cielos? refleja sus intereses; no han logrado entender la enseñanza del Maestro. Entonces Jesús, que aprovecha todo momento para formar a sus discípulos, llama un niño y lo pone en medio de ellos, invitando a sus discípulos a cambiar y hacerse “como los niños”.
Ser discípulo del Señor supone un camino que no termina sino con la muerte, es decir, estamos llamados a tener siempre una actitud receptiva a la Palabra de Dios, que no es colmada ni por los años ni por los muchos conocimientos que adquiramos. Otra actitud es la de “sentirnos pequeños”, necesitados de Dios, para vivir conforme a su voluntad y sirviendo al prójimo, especialmente a los más necesitados. Ser discípulo del Señor nos tiene que llevar a vivir un espíritu de sencillez y de humildad en el trato con el otro.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Juan Carlos Reyes Mendoza, cm
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