Jer 31, 1-7; Jer 31; Mt 15, 21-28.
“Mujer, grande es tu fe, que te suceda como deseas”
Este pasaje de la curación de la hija de la mujer cananea es un verdadero testimonio de fe. Nos puede causar extrañeza el modo de responder de Jesús hacia aquella pobre mujer que venía gritando: “¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David!”. Pide por su hija que se encontraba atormentada por un demonio.
Jesús le da tres negativas: no responde a los gritos, le recuerda que ha sido enviado solo para Israel y que no está bien tirar el pan de los hijos a los perros.
Antes de saber el desenlace pensemos: si esto sucediera hoy, no faltaría quien criticara a Jesús de insensible e incluso de cierta rudeza, alguien enojado diría: “por eso uno deja la fe”. Ciertamente no cualquiera pasaría este examen, se requiere estar hechos de una madera especial, de una fe sólida y verdadera. Y la mujer pasó el examen. Una vez que aquella madre pasó por ese “proceso”, la respuesta de Jesús no es la que se esperaría de un judío hacia un pagano: “Mujer, qué grande es tu fe; que te suceda como deseas”.
Ojalá que este texto nos confronte en nuestra reflexión y lectura de la realidad, en nuestra relación con Dios y con el prójimo.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Juan Carlos Reyes Mendoza, cm
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