Éx 16, 2-4. 12-15; Sal 77; Ef 4, 17. 20-24; Jn 6, 24-35.
“Yo soy el pan de vida, el que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí no tendrá nunca sed”
El domingo pasado escuchábamos el pasaje de la multiplicación de los panes, hoy continuamos con el discurso que hace Jesús con motivo de este milagro, el discurso del Pan de Vida.
Jesús se pone a dialogar con la gente cuando lo encuentran y les echa en cara que lo buscan no por los signos y milagros que presenciaron, sino por haber saciado su hambre.
El Señor va acompañando a sus discípulos en el proceso de profundización de su fe; así que, retomando la experiencia del pueblo de Israel que comió del maná en el desierto, Jesús les dice que aquello que Moisés les ofreció fue solo figura y sombra del “pan del cielo”. El Señor les habla con tanta claridad, que incluso para algunos será escandaloso: el verdadero “Pan del cielo” es Jesús mismo, el pan dado por Dios para vida del mundo.
Al final de este pasaje sus discípulos le hacen una petición: “Señor, danos siempre de ese pan”. Es una petición que podríamos incluir en nuestra oración personal o comunitaria, en la conciencia de que Dios nos ama y nos concederá lo necesario para nuestra existencia. Nunca olvidemos lo que es fundamental para nuestra fe.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Juan Carlos Reyes Mendoza, cm
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