Jer 14, 17-22; Sal 78; Mt 13, 36-43.
“¡Oh Dios nuestro, solo en ti esperamos!”
Jesús nos explicó a través de parábolas qué es y cómo crece el Reino de Dios. Y aún después de siglos, seguimos pidiendo a Jesús que nos explique cómo es eso de que Dios permite que exista la maldad, que exista la gente mala. En estos versículos del evangelio nos lo explica, el mal no es de Dios ni viene de él. Dios confía en la bondad que ha puesto en nuestros corazones, que cultivada con el esmero y paciencia del campesino la buena semilla llegue a dar su fruto.
Nuestra vida es un campo no de una cosecha sino de muchas; en ocasiones es buena, en otras no tanto y la cizaña nos hace sentir que nos ahogamos. Pero el Sembrador no nos abandona a nuestra suerte, al contrario, al ver nuestra situación se hace más presente para cuidarnos y auxiliarnos, hasta vernos libres de la opresión que nos causa el mal.
Lamentablemente nos dejamos deslumbrar por lo rápido que crece la cizaña, por su rápido florecer, y le envidiamos; ese es nuestro pecado, querer ser cizaña (ser grandes, vistos por todos, exitosos sin esfuerzo).
Señor, que tu Misericordia nos salga al encuentro cuando nos sintamos agotados.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Norma Leticia Cortés Cázares
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