Is 38, 1-6. 21-22. 7-8; Is 38; Mt 12, 1-8.
“He escuchado tu oración, he visto tus lágrimas”
¿No te ha pasado que en ocasiones es tanta el hambre que sientes, que has sido capaz de romper tus propias reglas sobre qué o dónde comer? Me imagino que, cansados y hambrientos de tanto andar, los discípulos tomaron lo que se les atravesó en el camino, sin tener en cuenta que era día sábado y no debían “cosechar” en el día de descanso. Los fariseos se escandalizaron y le reclamaron a Jesús.
Tal vez también nosotros nos hemos escandalizado al ver comulgar a alguien que sabemos está “en pecado”, o al ver a un indigente irrumpir en misa pidiendo algo para comer. La respuesta que dio Jesús a los fariseos es desde la Escritura, y para nosotros será igual. El gran Rey David y sus compañeros comieron los panes consagrados.
Los alejados, los hermanos sin techo, también pueden parecernos muy atrevidos, sin embargo Jesús nos recuerda lo que espera de nosotros: Comprender lo que significa “misericordia quiero y no sacrificios”, no condenar a los inocentes.
Cuidemos no ser causa de escándalo para ellos. Que nuestras palabras y acciones siempre vayan en coherencia con la Palabra que alimenta nuestra vida. Oremos por los que están pasando hambre.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Norma Leticia Cortés Cázares
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