Is 10, 5-7. 13-16; Sal 93; Mt 11, 25-27.
“¡Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra!”
Jesús ha dirigido su palabra frente a muchas personas, entre las cuales unos entienden mientras otros no. ¿Por qué? Nos lo explica él mismo hoy: el conocimiento de las cosas de Dios está reservado a los sencillos. Tal vez sea posible que los llamados “inteligentes” o “sabios” tengan capacidad de conocimiento de las cosas que se ven, pero el Reino de Dios no era algo que la gente pudiera ver, se trataba más bien de creer que ese Reino del que Jesús hablaba era posible, y eso es lo que la gente sencilla logra captar. En ocasiones los saberes nublan el verdadero entendimiento.
Jesús da gracias porque ha encontrado esos corazones sencillos que creen que el Reino del Padre es posible. Quien se acerca a conocer a Jesús conoce al Padre, a ese Padre lleno de misericordia que acoge a todos los cansados y agobiados. Nos pide aprender de él y así encontrar descanso.
Hoy por la noche la Familia Vicentina recuerda que en 1830 Dios concedió a una Hija de la Caridad, mujer de corazón sencillo, santa Catalina Labouré, la gracia de platicar con la Madre de Dios, escuchando y compartiendo con ella sus tribulaciones y las penas del mundo. Es la primera manifestación de la Medalla Milagrosa.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Norma Leticia Cortés Cázares
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