Is 1, 10-17; Sal 49; Mt 10, 34-11,1.
“Quien se aferre a su vida la perderá, quien la pierda por mí la conservará”
¿Cuántas de las cosas que realizas en el día son por amor a Dios? ¿Le ofreces tus pensamientos, palabras y acciones a Jesús al iniciar el día? ¿O te levantas con la premura con la que suele empujarnos “el tener que” o “el deber de”, sin darte la oportunidad de que todas esas maravillas que realizas sean una hermosa obra agradable a Dios y dejas que acaben siendo un montón de acciones hechas sin gusto y sin sentido?
Cuando las acciones sencillas de la vida son ofrecidas a Dios, cambian. Te invito a fijarte en las palabras y promesas que Jesús nos hace el día de hoy: recibir en casa, dar de beber… Muchos han llegado a ser santos porque hicieron de las cosas ordinarias de la vida algo extraordinario. Y hablo de sacerdotes, consagrados, solteros y casados; porque el llamado es para todos, Jesús no excluye a nadie.
Los papás de santa Teresita del niño Jesús (Celia y Luis) han sido el primer matrimonio canonizado, gracias a que llevaron una vida sencilla y ocupada, igual a la nuestra, aprendiendo a centrar su vida de matrimonio en Jesucristo.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Norma Leticia Cortés Cázares
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