Am 2, 6-10. 13-16; Sal 49; Mt 8, 18-22.
“Pisotean a los pobres en el suelo y les impiden a los humildes conseguir lo que desean”
Jesús ha sanado leprosos, enfermos, endemoniados y ha dirigido su palabra a mucha gente; es más, ya cuenta con algunos discípulos. Hoy se presenta un voluntario para seguirle y otros se unen a la petición. ¿Quién no se sentiría atraído hacia aquel que hace tantas maravillas?
Jesús expone una de las exigencias para quien quiera seguirlo: él es pobre y por tanto quien decida seguirle tendrá que vivir pobremente. Uno de ellos se excusa anteponiendo las apuraciones de la vida.
Cada uno de nosotros hemos sido llamados a una misión en la vida y las exigencias para seguir a Jesús no han cambiado, el que decide seguirlo y buscar realizar lo que Jesús hizo en la tierra, tarde o temprano se encuentra con las exigencias que él pide. Y como los del evangelio de hoy, cada uno ofrecemos una respuesta o una excusa:
¿Cuál es la tuya? ¿Aceptas ser discípulo y misionero de Jesús? Los Apóstoles recibieron esa misma invitación y cada uno respondió desde su ser, desde sus cualidades y defectos, desde su capacidad de renuncia, especialmente a la constante invitación del maligno de buscar “estar mejor” a costa de abusar de otros, de hacer tranzas, de ofrecer falsas esperanzas a los que tienen menos.
¿Acaso sabes de algún apóstol que haya buscado vivir en la opulencia a costade otros?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Norma Leticia Cortés Cázares
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