1 Re 17, 7-16; Sal 4; Mt 5, 13-16 ,
“Ustedes son la luz del mundo”
¡Qué encargo tan difícil me dejas, Jesús! Ser sal que dé sabor a la vida a veces insípida, a veces amarga, de tantos hombres y mujeres en el mundo. Proyectar tu luz en los que me rodean quienes, viendo mi vida iluminada por ti, encuentren caminos que le den sentido a la suya.
Y no hay duda, Jesús, me quieres lámpara puesta en un candelero para que alumbre a mi alrededor; que llame la atención por mi caridad con los demás, por mi paciencia con todos, por mi capacidad de construir paz y armonía, por mi compromiso con la justicia y la verdad.
¡Qué difícil tarea, Señor! ¿Cómo ser sal que ayude a los demás a disfrutar la vida, a saborear tu Palabra, tu amor incondicional, la paz y el gozo que sólo tú das? ¿Cómo hacerlo si yo mismo no encuentro el verdadero sabor de mi vida? ¿Cómo ser luz si yo mismo me encuentro tantas veces a oscuras? ¡Qué difícil que mi vida sea un faro que ayude a otros a mirar el horizonte y que en él te vean a ti, único horizonte posible para los que desean vivir con sentido y con destino!
Sin embargo, tú me sigues pidiendo: Que brille tu luz ante los hombres, que cuando vean tus buenas obras, glorifiquen al Padre. Ayúdame, Señor.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silviano Calderón, cm
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