2 Pe 3, 12-15.17-18; Sal 89; Mc 12, 13-17.
“Den al césar lo que es del césar”
Es una trampa que los enemigos le tienden a Jesús preguntándole si se debe o no pagar tributo al césar. Cualquier respuesta lo comprometía: o con el pueblo –sometido a pagar tributo al Imperio Romano insaciable– o con el mismo poder del Imperio, intransigente y represivo.
Jesús inicia su respuesta con una pregunta: ¿De quién es la imagen que trae la moneda? Las monedas traen acuñado el rostro del césar, son materia, son cosas, no es más que oro, un metal. El césar (los poderosos) puede apropiarse (y lo hace) de las cosas materiales, que, por otro lado, te sirven para alimentarte, vestirte, vivir dignamente.
Hay otra pregunta, que Jesús no formula en el evangelio, pero que creo está implícita: ¿De quién es la imagen que tú reflejas?
La moneda tiene el rostro del emperador, pero tú tienes impresa la imagen de Dios, que te creó a su imagen y semejanza. Tú vales más que todo el oro del mundo. Nadie te puede comprar ni vender, eres libre, eres inmensamente digno, porque eres hijo amado del Padre.
Pues dale al césar lo que es del césar. Y dale –date tú mismo, entrégate en sus brazos– a Dios lo que es de Dios.
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Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silviano Calderón, cm
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