1Pe 1, 18-25; Sal 147; Mc 10, 32-45.
«El que quiera ser el primero, que sea el servidor de todos”
Jesús nos pone el ejemplo de autoridad que debemos ejercer en su nombre, no una autoridad como la presenta el mundo: “los jefes de las naciones los gobiernan como si fueran sus dueños y los poderosos los oprimen”, sino una autoridad ganada a través del amor, del servicio, de la entrega, del ver por los demás.
La autoridad que el mundo nos ofrece se basa en el miedo y la opresión, la autoridad al estilo de Jesús, por el contrario, se basa en el amor y la entrega.
La autoridad en la familia, en la empresa o en la sociedad se da generalmente por jerarquía: en la familia, la autoridad son los papas o hermanos mayores, en la empresa los directivos, y en la sociedad los gobernantes.
Jesús nos invita a ganar la autoridad como él lo hacía, a través del amor y del servicio. Una persona que se preocupa por los demás, que siempre está dispuesta a ayudar, una persona sencilla, generosa, humilde, cercana, interesada por nuestro bienestar más que en el suyo propio, automáticamente se gana nuestra admiración y respeto, se convierte en una autoridad moral para nosotros.
La autoridad ejercida con amor, es redención.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Jesús Santoyo Mondragón, cm
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