Hch 16, 22-34; Sal 137; Jn 16, 5-11.
Señor Jesús y te salvarás, tú y tu familia”
Los caminos de los hombres no son los caminos de Dios. Dios tiene sus medios y tiempos para llamarnos, a través de una situación conflictiva, o de una enfermedad, o de la de un amigo a participar de un retiro o encuentro, o en el servicio a gente desfavorecida, en asilos, orfanatos, cárceles, comedores para indigentes, hospitales o zonas marginadas. Dios nos toca el corazón y el pensamiento y toda nuestra escala de valores cambia, no así la de la gente que nos rodea, la familia, que muchas veces ni participan de la vida de iglesia, o incluso nos dificultan participar en ella.
Hay personas que son buenos evangelizadores en la iglesia y comprometidos con la sociedad, pero los de su casa son de un corazón duro y frio, incapaces de dejarse tocar por Dios.
Pero también es cierto que, aunque ellos no se acerquen a Dios, con el integrante de la familia que sí lo hace, de alguna manera le llegan las bendiciones a toda la familia. Y quienes se muestran reacios a la acción de Dios, en las dificultades terminan pidiendo: Tú que estas más cerca de Dios, ruégale por mí.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Jesús Santoyo Mondragón, cm
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