Hch 13, 44-52; Sal 97; Jn 14, 7-14.
Muéstranos al Padre, muéstranos a Dios
Felipe recibe una respuesta sorprendente: “Quien me ha visto a mí ha visto al Padre, ha visto a Dios”. Porque Dios no es
alguien que está arriba o abajo. Está entre los hombres y tiene un nombre: se llama Jesús.
Está entre nosotros, acompaña nuestra existencia, vela por nuestra vida, tiene compasión de los enfermos, atiende a los pobres. Sus predilectos son los excluidos, los pecadores, los menospreciados de la sociedad. Va en busca de la oveja descarriada a la que trae sobre los hombros. Jesús, el rostro del Padre, nos da esperanza.
En la Eucaristía tenemos una experiencia sacramental de la presencia de Jesús en nuestra vida, una experiencia que nos ayuda a saberle “ver” también presente a lo largo de nuestros días, en la persona del prójimo, en nuestro trabajo, en nuestras alegrías y dolores. Convencidos de que unidos a él también haremos las obras que él hace, y aún mayores, como nos ha dicho hoy.
Tenemos en Jesús al mediador más eficaz. Su unión íntima con el Padre hará que nuestra oración sea siempre escuchada, si nosotros estamos unidos a Jesús.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Juan Rodríguez Gaucín, cm
0 comentarios