Hch 8, 1b-8; Sal 65; Jn 6, 35-40.
“Yo soy el pan de vida”
Jesús se identifica metafóricamente con los bienes que necesita el ser humano: la luz, la vida, el camino. Aquí se presenta como el pan que da vida y como aquel que satisface dos necesidades vitales: el hambre y la sed. Pero hay una condición: es necesario acercarse a él y creer.
Quiere que nos conmovamos, para que en él descubramos la bondad y la voluntad de Dios. Quiere que sus discípulos lleguemos a descubrir en su persona esta capacidad de entrega y por eso nos habla de lo que significa llegar a sentirlo a él como alimento y bebida.
Palpar a Jesús al comer el pan es, por lo mismo, algo más que una metáfora, es aprender a entregarse por los demás.
Para ello se necesitan dos condiciones: acercarse a él y creer en él. Nos invita a seguirlo, a alimentarnos de él –ya que esto es lo que significa verlo y creer en él– y a la vez nos enseña a realizar la voluntad del Padre tal como él la realiza.
Que Dios nos conceda la gracia de dejarnos convertir por Cristo en alimento de paz, de alegría y de amor para nuestro prójimo, en este mundo que necesita de una Iglesia que levante sus esperanzas para continuar el camino hacia su plena realización en Cristo.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Juan Rodríguez Gaucín, cm
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