Hch 7, 51-8, 1a; Sal 30; Jn 6, 30-35.
“Señor, danos siempre de ese pan”
El hombre de hoy está sediento, está hambriento y no sabe de qué. Por ello ha desatado una búsqueda sin tregua tratando de encontrar algo que verdaderamente lo sacie. Lo busca en el placer, en el poder, en la fama, en el dinero…. Al final de la búsqueda siempre lo mismo: vacío y soledad.
Mientras no creamos plenamente en Jesús, nuestro ser andará buscando saciar su sed y su hambre en cualquier lugar. Solo su amor llena nuestros vacíos y nuestras soledades: la vida en Cristo se transforma en plenitud. Por ello quien tiene a Cristo lo tiene todo, quien no lo tiene, no tiene nada.
Por eso quienes hemos entrado en comunión de vida con el Señor estamos obligados a hacerlo presente en el mundo. No podemos conformarnos con solo darle culto al Señor, el verdadero hombre de fe vive totalmente comprometido con la historia. Si cerramos nuestros labios ante las injusticias, si no somos capaces de fortalecer las manos cansadas y las rodillas vacilantes, si no volvemos a encender la mecha de la fe y del amor que ya sólo humea, estaremos fallando a la misión que Dios confió a su Iglesia.
Aprendamos a confiarnos totalmente a Él. Abramos nuestros oídos y nuestro corazón para que su Palabra sea sembrada en nosotros y produzca frutos abundantes de salvación.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Juan Rodríguez Gaucín, cm
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