Verdaderamente ha resucitado nuestro Señor Jesucristo. Creer en él, pues, significa encontrarlo realmente vivo en medio de nosotros. No es un fantasma.
Jesús resucitado da a sus discípulos el saludo de paz. Pero igual los espanta y sorprende su aparación repentina. Creen ver ellos un fantasma.
Pero en lugar de dejarse decepcionar por esa reacción de parte de los suyos, Jesús continúa animándoles. Les dice a los con miedo y dudas: «Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo».
Con todo eso, los discípulos siguen aún incrédulos y atónitos. Pero no cede, sino que también sigue procurando abrirles el entendimiento el enviado para anunciar la vista a los ciegos. Así que el Maestro no abandona a los discípulos a su incredulidad y su desconcierto. No hace lo que los discípulos; huyeron cuando más los necesitaba él.
A diferencia de ellos, sí, se queda Jesús co los confundidos y desorientados. Les pide de comer y come él delante de ellos. Tal y toda actuación de parte del Resucitado no solo demuestra que él no puede ser un fantasma. Ella da a conocer además que ha resucitado el que padeció mucho y murió en la cruz.
Es decir, se ha cumplido todo lo que dicen las Escrituras acerca de Jesús, el Mesías. Y sin que se nos remitiera a las Escrituras, ¿no nos resultaría noticia fantasma la buena noticia de la resurrección? Según san Jerónimo, «ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo».
Así de importantes son las Escrituras para conocer a Jesús crucificado y resucitado. Y de primera mano, por experiencia propia, ha de ser nuestro conocimiento de Jesús mediante las Escrituras.
Proclamar la resurrección sin la pasión y muerte es convertir al Resucitado en un fantasma.
Según las Escrituras, el Mesías tenía que padecer y entrar así en su gloria. La resurrección de Jesús es inseparable de su crucifixión. De hecho, no se nos exhorta a gloriarnos sino en la cruz de Cristo. Se nos propone además que no sepamos cosa alguna sino a Jesucristo crucificado. Hacer caso omiso, pues, de la crucifixion es proponer un evangelio fantasma, truncado, falso.
Tenemos que mirar de cerca, sí, las manos y los pies del Resucitado. De lo contrario, correremos el riesgo de predicar a Jesús resucitado como deus ex machina.
Y cuantos se fijan realmente en las manos y los pies de Jesús no pueden sino compadecerse de los pobres. Y los acompañarán. Faltándonos esta compasión y solidaridad, somos cristianos en pintura (SV.ES XI:561), cristianos fantasma.
Señor Jesús, aliméntanos con tu palabra y con tu cuerpo y sangre, para que seamos tus testigos, no testigos de un fantasma.
15 Abril 2018
3º Domingo de Pascua (B)
Hech 3, 13-15. 17-19; 1 Jn 2, 1-5a; Lc 24, 35-48
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