Is 52, 13-53, 12. Sal 30; Heb 4, 14-16; 5, 7-9; Jn 18, 1-19, 42.
“Todo está cumplido”
Al cabo de esta semana, la última de Jesús, se cierra el telón de la obra de Dios. Parece que lo apagaron, que su actuación fue un fracaso, parece que perdió la batalla contra sus oponentes.
El Dios que sacó con mano fuerte a Israel de Egipto, que lo plantó en una tierra fértil y lo acompañó con la voz de los profetas, ahora padece el drama de la cruz y nos invita a vivirlo con él.
Su Hijo, que lo ha hecho presente en medio de los suyos, reveló la más honda imagen de Dios, y fiel hasta las más últimas consecuencias, puede exclamar “todo está cumplido”.
El odio que se ganó es muy grande, por eso lo crucificaron. Si el Imperio Romano y sus amigos, los jefes de los sacerdotes, hubieran conocido otro modo más doloroso y aterrador, sin duda lo habrían implementado. Muere porque fue un soñador, y el mundo no perdona a los que sueñan utopías. Muere porque reveló que Dios está más cercano de los pobres y los que sufren. Muere porque el camino que propone exige entregar todo el corazón a Dios y no al dinero. Muere porque no respondió con violencia a los golpes e insultos.
Muere porque nos amó hasta el extremo.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Emmanuel Velázquez Mireles, cm
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