Dn 3, 14-20; Dn 3; Jn 8, 31-42.
“Si se mantienen fieles a mi mensaje, serán mis discípulos y conocerán la verdad”
Nuevamente el evangelio coloca al centro el llamado a hacernos discípulos del Señor.
La figura del discípulo corresponde a aquel que busca descubrir lo profundo de la vida. El discípulo se fía de su maestro, le reconoce su experiencia y talento para guiar, el maestro es luz que ilumina el camino, sus palabras valen un tesoro y sería insensato no guardarlas.
Por eso aparece, y lo seguirá haciendo, la llamada a estar cercanos al Maestro, pues día con día nos vamos haciendo, tomamos decisiones, algunas muy transcendentes para nuestro futuro; nuestra búsqueda es continua y nuestro crecimiento, también.
Por otro lado, dejar de aprender significaría que ya no hay más por descubrir, que resolvimos el misterio de la vida y el propio. Esto no sería más que vana pretensión.
Decirnos discípulos o seguidores implica movimiento, es decir, ir tras el Maestro y su Palabra, dejarnos cuestionar en todo momento de nuestra vida.
Si no somos discípulos, entonces, ¿qué somos?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Emmanuel Velázquez Mireles, cm
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