Is 49, 8,15; Sal 144; Jn 5, 17-30.
”Mi Padre no deja nunca de trabajar y yo hago lo mismo”
En este día, el evangelio presenta a Jesús revelando un modo de ser de su Padre: Él nunca deja de trabajar, imagen que llena el corazón de alegría y belleza. Si nos detenemos un poco percibimos sin dificultad la tremenda admiración que el Hijo le profesa: y yo hago lo mismo. Nos recuerda la expresión de cualquier niño que admira a su padre: “cuando sea grande quiero ser como mi papá.”
En cierta ocasión Felipe, uno de los discípulos, le pidió a Jesús: “muéstranos al Padre y eso nos basta”. Su petición coincide con nuestras ansias de ver las obras y el trabajo del Padre; y para colmarlas basta asomarnos a la vida del Hijo: con quién come, entre quiénes está, a quiénes asiste y consuela, qué le entristece, qué le apasiona.
El evangelio nos provoca a sentirnos profundamente dichosos de tener un Padre siempre activo, ocupado de la vida de su creación y de sus hijos los más pobres. Luego, si compartimos con Jesús esta fortuna, no haremos menos que esforzarnos por parecernos a Él, trabajando con entusiasmo en hacer el bien a nuestros hermanos, sobre todo los más necesitados.
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Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Emmanuel Velázquez Mireles, cm
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