“Tienen a Moisés y a los profetas. Que los escuchen”
Jer 17, 5-10; Sal 1; Lc 16, 19-31.
El relato del Evangelio presenta una realidad que se niega a irse de la historia: unos pocos con mucho para vivir y muchos con tan poco para sobrevivir. Aquel hombre vestido de lo mejor de su época, saboreando manjares en su mesa, no fue capaz de sentir compasión por Lázaro.
Quizá pensó que no le debía nada, que era su obligación. Era rico y nada más. Su riqueza fue medio de perdición. Le hizo creer que el mundo le pertenecía, y al pasar los años fue levantando muros infranqueables para protegerse de los pobres que amenazan con quitarle lo suyo.
La cuaresma es una oportunidad para ejercitarnos en la caridad, para reconocer al pobre y llamarlo por su nombre (hay que aprender del Evangelio), y compartir nuestra vida, nuestras fuerzas, nuestros recursos, nuestras esperanzas, y juntos, trabajar para transformar las estructuras injustas que empobrecen y excluyen.
La tarea no es sencilla, el Evangelio nos pide conversión, cambiar de dirección, repensar nuestra vida toda y ser críticos de los sistemas empobrecedores, sistemas de pecado social que nos impiden hacernos hermanos.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Emmanuel Velázquez Mireles, cm
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