Is 55, 10-11; Sal 33, 4-19; Mt 6, 7-15.
“Antes de que pidan, el Padre sabe lo que necesitan”
Sólo mide 2,06 metros de altura, sirvió a las fuerzas armadas americanas en Afganistán, es hoy famoso jugador de NFL (la Liga Nacional de Fútbol Americano). Se llama Alejandro Villanueva. A fines del año pasado, confesaba a una revista americana que su fe católica “es una relación profundamente personal con Dios… Si estás bien con Dios, todo lo demás está bien; si no estás bien con Él, todo lo demás está fuera de lugar. Estar conectado con Dios es lo más importante que existe”.
Uno de los aspectos del seguimiento de Jesús es la oración. Ella nos conecta con su voluntad y con su amor. Nada más nutritivo que tratar de amor con quien sabemos nos ama más que nadie. La oración cristiana es meterse en la oración de Jesucristo y orar con él. No lo hacemos para informar a Dios: ya sabe lo que necesitamos. Tampoco para mover su corazón hacia nosotros: ya lo tiene movido. Ni lo hacemos para recargar las pilas. Dios no es un en chufe. Ni para darle algo como objeto de intercambio o de “mordida” para que vaya bien nuestro negocio: eso sería un desdichado comercialismo.
La oración es la forma de abrir las manos de nuestras miserias para recibirle a él y su misericordia.
Es la manera de abrir la puerta de nuestra libertad hacia quien nos ama más de lo que podemos soñar. ¿Cómo no alabarlo, agradecerle, confiarle, pedirle y amarle? ¿Cómo no hacerlo de forma especial en esta Cuaresma?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm
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