1 Re 11, 29-32; Sal 80, 10-15; Mc 7, 31-37.
“…se le soltó la atadura de su lengua”
Es canadiense, profesora de Universidad y doctora en ingeniería mecánica. Se llama Libby Osgood. Comenzó a trabajar como ingeniera de sistemas en la NASA cuando tenía 23 años. Y es católica. Pero, hasta no hace mucho, tenía la “lengua trabada”, no podía “confesar ante la gente que Dios y la Iglesia son una parte muy grande de mi vida, es algo que no había hecho”. Deseaba “ir contracorriente y poder expresar a los demás” lo que llevaba dentro. Pero el miedo al ambiente, al pensamiento único y la prudencia humana nos hacen mudos o acomplejados, o tartamudos como el hombre del evangelio de hoy.
Uno de los dones de Pentecostés es el de la “parresía”: la valentía o el arrojo de confesar la fe donde es negada o ridiculizada. Los sumos sacerdotes, ancianos y escribas quedaban maravillados ante la valentía o “parresía” de Pedro y Juan (Hch 4, 14), “sabiendo que eran hombres sin letras”. Y cuando la comunidad los recibe y oran juntos, esto es lo que piden: “Concede a tus siervos proclamar tu palabra con toda parresía”, con toda valentía (Hch 4, 29).
¡Dánosla, Señor, hoy la necesitamos mucho!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm
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