“Llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos”
1 Re 2, 1-4. 10-12; Sal: 1 Cro 29, 10-12; Mc 6,7-13.
“La diferencia entre el Antiguo Testamento y el Nuevo testamento, –decía Carlo María Martini– entre espera y cumplimiento, entre promesa y herencia, consiste en haber descubierto en Jesús el tesoro y la perla preciosa, la comida y la bebida que sacian el hambre y la sed propia del hombre. El cristianismo no es una ley que hay que cumplir, ni una ideología que hay que llevara a la práctica. Es el amor de una persona: de Jesús, el Señor. Quien lo tiene a él, tiene la vida, quien no lo tiene, no tiene la vida” (Jn 5, 12).
Y el que tiene en sí la vida de Jesús está llamado a compartirla con los demás, a continuar con sus obras y palabras la misión de Jesús. Tú, yo y los demás. Este envío explícito de los Doce a salir de sí, del pequeño grupo e ir en comunidad de dos, es la expresión externa de la propia dinámica de la vida cristiana. Pero han de ir con los amorosos y sencillos medios de Jesús. Pues lo más propio de la fe cristiana no es reconocer que Jesús es el Hijo de Dios, sino más bien que el Hijo de Dios es Jesús, pobre, desprendido, humilde y sin pagar tributo a las apariencias o a los dictados del mundo.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm
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