2Sam 24, 2. 9-17; Sal 31; Mc 6, 1-6.
“…Y no pudo hacer ahí ningún milagro”
El relato no deja de ser sorprendente. Jesús fue rechazado precisamente en su propio pueblo, entre aquellos que creían conocerlo mejor que nadie. Llega a Nazaret, acompañado de sus discípulos, y nadie sale a su encuentro, como sucede a veces en otros lugares. Tampoco le presentan a los enfermos de la aldea para que los cure. Su presencia únicamente despierta en ellos asombro, y nada más…
Se han hecho una idea de su vecino Jesús y se resisten a abrirse al misterio que se encierra en su persona. Jesús les recuerda un refrán que, probablemente, conocen todos: No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.
Marcos no narra este episodio para satisfacer la curiosidad de sus lectores, sino para advertir a las comunidades cristianas que Jesús puede ser rechazado precisamente por quienes creen conocerlo mejor: los que se encierran en sus ideas preconcebidas sin abrirse ni a la novedad de su mensaje ni al misterio de su persona.
¿Y nosotros? ¿Cómo estamos acogiendo a Jesús los que nos creemos «suyos»? ¿No vivimos demasiado indiferentes a la novedad revolucionaria de su mensaje? ¿No es extraña nuestra falta de fe en su fuerza transformadora? ¿No tenemos el riesgo de apagar su Espíritu en nosotros y despreciar su Palabra?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Benjamín Romo Martín, cm
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