Tit 1, 1-5; Sal 95; Mc 4, 26-34.
“La tierra da fruto por sí misma”
Hoy celebramos en la Iglesia a dos grandes apóstoles, Timoteo y Tito, dos discípulos del Apóstol Pablo y grandes colaboradores en la animación misionera de las comunidades fundadas por Pablo. Timoteo es la imagen del discípulo ejemplar: obediente, discreto, eficaz, valiente. Por estas cualidades Pablo quiso que fuera su compañero de apostolado, en vez de Juan Marcos, durante el segundo viaje misionero en el año 50.
El segundo fiel colaborador de Pablo fue San Tito, de origen pagano. Convertido y bautizado por el mismo apóstol, que lo llama “hijo mío”, se encuentra en compañía de Pablo en Jerusalén, en el año 49. Hizo con él el tercer viaje misionero y fue Tito quien llevó la “carta de las lágrimas” de Pablo, a los fieles de Corinto, entre los cuales restableció la armonía y organizó la colecta para los pobres de Jerusalén.
La misión evangelizadora es tarea de todo bautizado, pero quien da el crecimiento y fruto es el Señor. ¿Qué es, pues, Apolo? Y, ¿qué es Pablo? Servidores mediante los cuales ustedes han creído, según el Señor dio oportunidad a cada uno. Yo planté, Apolo regó, pero Dios ha dado el crecimiento. Así que ni el que planta ni el que riega es algo, sino Dios, que da el crecimiento… (1Cor 3, 5-7).
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Benjamín Romo Martín, cm
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