Las Hijas de la caridad, una compañía en salida

por | Ene 19, 2018 | Hijas de la Caridad, Noticias | 0 Comentarios

En una entrevista realizada a Sor Carmen Pérez, Consejera General de la Congregación de las Hijas de la Caridad por Radio Vaticana, ella nos recuerda que «lo nuestro es ir a los más pobres, no tenemos obras determinadas sino los pobres».

En marzo de 2017, el Papa Francisco invitó a los miembros de la Congregación de la Misión y de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul, a «seguir y contemplar el carisma de la fundadora», y exhortó a todos a «inspirarse en el santo fundador, para encontrar la exquisitez y delicadeza de la misericordia, que no se acaba nunca»: «Vuestro trabajo, es un testimonio auténtico del amor de Dios hacia los pobres […]. Con ello contribuís a la cultura de la Misericordia».

Texto de la entrevista realizada a Sor Carmen Pérez:

Vicente de Paul fue providencial para Luisa de Marillac y viceversa. Cuando Luisa de Marillac aceptó coordinar los grupos de Caridad escribió Vicente de Paul: «Vaya en el nombre del Señor, que Él sea su fuerza en el trabajo y su consuelo en las dificultades». ¿Cómo se vive en el mundo actual su carisma?

Bueno, nosotras tratamos de seguir la riqueza de vida y doctrina que San Vicente y Santa Luisa nos entregaron, de las que somos herederas. ¿Y cómo lo hacemos? Pues entregándonos por entero y en comunidad, al servicio de Cristo en los pobres, con un espíritu de humildad, sencillez, y caridad. Es el espíritu que ellos nos transmitieron y que hoy sigue vivo en todas las Hijas de la Caridad del mundo entero.

Desde una vida de fe y confianza en Dios, en comunidad con una actitud sencilla, procuramos servir corporal y espiritualmente a los pobres en servicios de lo más variados, porque lo nuestro es ir a los más pobres, no tenemos obras determinadas sino los pobres.

San Vicente, para animarnos, dice en sus escritos que para ser verdaderas Hijas de la Caridad, hay que hacer lo que el Hijo de Dios hizo en la tierra. El trabajó sin cesar por el prójimo, visitando y curando a los enfermos, instruyendo a los ignorantes para su salvación. Y dice «qué felices sois hijas mías por haber sido llamadas a una condición tan agradable a Dios».

Sor Carmen, recordamos que en 1633, las primeras cuatro jóvenes hicieron votos, bajo la dirección de Luisa de Marillac. Vicente de Paul redactó este reglamento: «Por monasterio tendrán las casas de los enfermos. Por claustro, las calles donde hay pobres que socorrer.» ¿Sigue aún hoy día vigente esta regla?

Quiero aclarar que San Vicente y Santa Luisa, lo que querían era enviar a las jóvenes al encuentro con los pobres, a ayudarlos. Y para ello tenían que vivir fuera de la clausura. Pero en ese momento a cualquier joven que quisiera consagrarse al Señor, la metían en clausura.

San Vicente y Santa Luisa fueron unos grandes innovadores y tuvieron que ingeniarse para que las hermanas entendieran y vivieran su entrega a Dios, en medio del mundo, para servir a los pobres. Fue un trabajo muy intenso pero lo motivaron muy bien.

San Vicente, en este texto que mencionas, lo que trata de hacer es un paralelismo entre la vida de clausura y la vida de entrega fuera de ella. Por eso les dice que el claustro son las calles de la ciudad, los hospitales, los lugares donde hay pobres y la clausura es la obediencia, la reja es el temor de Dios; son una serie de cosas que hacen ese paralelismo, para que vieran que se entregaban al Señor y podían vivirlo con más intensidad quizá que si vivían en clausura.

Salvando las distancias del tiempo y de las circunstancias, sigue viva esta regla entre nosotras aunque ya ese problema de la clausura no existiera. Para nosotras es una llamada a vivir la movilidad y la disponibilidad, en medio de los pobres. Esto nos exige una constante unión con Dios para poder ser testigos en el mundo de ese amor de Dios, de ese amor de Cristo, respondiendo con creatividad y valentía a las numerosas llamadas de la Iglesia y las urgencias de los pobres.

En 1655, el Arzobispado de París, concedió la aprobación a la «Nueva comunidad». Vicente de Paul escribió a las jóvenes: «De hoy en adelante, llevarán siempre el nombre de Hijas de la Caridad. Conserven este título, es el más hermoso que puedan tener». Hoy las Hijas de la Caridad están presentes en el mundo entero. Háblenos un poco de lo más destacado de su labor.

Este nombre tan hermoso se lo puso el pueblo; cuando el pueblo de París vio entregarse a las hermanas a los pobres, empezaron a llamarlas Hijas de la Caridad. San Vicente dice «es el pueblo quien os da este nombre. Es Dios quien está con vosotras y quien os ha fundado».

Hoy día seguimos llamándonos Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul, haciendo todo el bien posible a los más necesitados de nuestro mundo que son muchísimos. En nuestra última Asamblea General se nos ha lanzado a vivir la audacia de la caridad para un nuevo impulso misionero, porque queremos ser una compañía en salida, yendo a las periferias del mundo, hacia los más pobres, como nos impulsa el Papa Francisco.

Servimos a Cristo en los pobres, a través de la fe en el Señor, viendo a Cristo en el pobre, y lo servimos en todo tipo de obras, no son las obras en si, sino los pobres, que reclaman nuestra atención.

San Vicente nos dice «tenéis una vocación que os obliga a asistir indistintamente a toda clase de personas: hombres, mujeres y niños. En general a todos los pobres que os necesiten». Esto lo seguimos haciendo siempre que nos lo permiten nuestras posibilidades. A veces quisiéramos tener más manos de obra y más corazones disponibles para este servicio, pero somos limitadas en nuestras fuerzas. Pero allí donde podemos, allí llegamos.

A lo largo y ancho del mundo servimos a los pobres en colegios, hospitales, casas de acogida, hogares infantiles, migrantes, refugiados, a personas sin hogar, en comedores sociales, visitando encarcelados, muchas personas ejercemos el voluntariado, porque ya no estamos en el servicio por la edad, pero hasta que podemos, colaborando en parroquias, catequesis, Cáritas, visitando personas en sus casas, escuchando y atendiendo a tantas personas solas, pero también estamos en países de misión y allí hay tanta necesidad que no se llega a todo. Pero tratamos de llegar a donde nos necesitan.

Catalina Labouré, Hija de la Caridad, que dedicó toda su vida al cuidado de ancianos y enfermos, fue visionaria de la Santísima Virgen, en la capilla de la casa de ustedes en París, dónde hoy día reciben multitud de peregrinos de todo el mundo. Recuérdenos el mensaje de la Medalla Milagrosa.

Esta medalla tiene una sólida doctrina mariana, que se expresa por distintos signos. Tiene un anverso y un reverso. En el anverso María apoya los pies sobre medio globo terrestre y debajo de los pies hay una serpiente. Esto nos recuerda nuestra lucha de cada día contra el mal y el pecado personal y colectivo.

De las manos de María fluyen unos haces de luz que tienden hacia la tierra y simbolizan las gracias que Dios concede a las personas que le piden con confianza y con fe. Alrededor aparece la invocación «Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti». Esta jaculatoria nos habla de un don concedido por Dios a una persona de nuestra raza que es María, la Inmaculada Concepción. Es una llamada a la superación del materialismo de la vida y de proclamación del verdadero amor, pidiéndole que ruegue por nosotros que recurrimos a ella con fe.

En el reverso se ven dos corazones, el de Jesús y el de María. Uno rodeado de espinas y el otro traspasado por una espada. Y sobre ellos el símbolo de la cruz y la letra M unidas. Este símbolo nos hace comprender la unión total de María con su hijo. Ella estuvo al pie de la cruz en el calvario y sigue unida a todos, hombres y mujeres en medio de las alegrías y sufrimientos de la vida.

La devoción a María siempre tiene que ir unida a Jesús. María es la mediadora entre Jesús y nosotros como en al bodas de Caná. En nuestra vida igual María intercede para que Jesús esté cerca de nosotros y nos conceda lo que necesitamos. También aparecen las doce estrellas que se refieren a los apóstoles y representan la Iglesia entera en torno a María.

En resumen esta medalla nos recuerda los misterios de la salvación: la Encarnación y la Redención; es un signo de la ternura de Dios hacia la humanidad. Además en la capilla de la rue du Bac hay una inscripción de una invitación que la Virgen le hizo a Santa Catalina. «Venid al pie de este altar, aquí las gracias se derramarán sobre todos». Y es emocionante ver el fervor y la oración, las personas que viene a orar, a confiar sus penas y sus alegrías al Señor, a través de su madre.

Por último, agradecer la escucha de la audiencia y que estén cerca de nosotros. Nosotras las Hijas de la Caridad queremos llevar este mensaje de paz y alegría y de amor a los que más nos necesitan. Enfermos, personas limitadas, que sepan que nuestra oración esta con ellos y que yo encomendaré hoy a todos ante la Virgen Milagrosa en su capilla.

Fuente: http://www.periodistadigital.com/

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