1Sam 18,6-9, 19, 1-7; Sal 55; Mc 3,7-12.
“Tú eres el Hijo de Dios”
Predicación y sanación de enfermos. Estos son los dos pies con los que Jesús caminó en todo momento, en sus días de “vida pública” cumpliendo la misión que el Padre le había encomendado. La manifestación del amor, la misericordia y la compasión del Padre para con la humanidad está reflejada en estas dos palabras:
Predicar y sanar. Es esto que hemos visto en el evangelio de hoy. Es también la clave para una vida nueva en las personas que se acerca a él. Dejarse sanar por Jesús y comenzar una nueva vida motivada por la Buena Noticia del mensaje de Jesús.
Aquí tendríamos que estar atentos para no caer en la tentación del reduccionismo de la persona y mensaje de Jesús. En todo nuestro compromiso como cristianos o en nuestra acción pastoral, necesitamos guardar el equilibrio entre predicar la Palabra y curar para dar vida, o mejor dicho entre el anuncio y las acciones concretas en favor de los demás. ¿En qué medida en nuestras comunidades nos preocupamos por vivir la acción litúrgica y sacramental? y ¿qué tanto la proyectamos en acciones concretas en favor de los pobres que nos reclaman nuestra ayuda? ¿Nos es más cómodo quedarnos en la primera parte?
A Jesús lo llamamos nuestro Maestro, pidamos al Padre la gracia de ser coherentes, verdaderos discípulos que continúen de su misión.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Benjamín Romo Martín, cm
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