1Sam 8, 4-7. 10-22; Sal 88; Mc 2, 1-12.
“Levántate toma tu camilla y vete a tu casa”
Vemos en el evangelio de hoy cómo el paralítico que ha sido puesto frente a Jesús se levanta, toma la camilla, empieza a andar y todos dice: ¡Nunca vimos cosa igual! Este milagro reveló tres cosas muy importantes: 1. Las enfermedades de las personas no son un castigo por sus pecados. 2. Las enfermedades no son impedimento para llegar a Dios 3. El rostro de Dios que Jesús revela no es el de los doctores de la ley. Él nos perdona y nos pone en pie.
Esto me recuerda al drogadicto que se recuperó y que ahora es miembro de una comunidad en Curitiba, Brasil. Dijo: “Me crié en la religión católica. Mis padres eran muy practicantes y querían que los hijos fuesen como ellos. La gente era obligada a ir a la iglesia siempre, todos los domingos y las fiestas. Y cuando no iba, decían: “¡Dios castiga!” Yo no iba a gusto, y cuando crecí, poco a poco fui dejando. El Dios de mis padres no me gustaba. No lograba entender cómo Dios, creador del mundo, se convirtiera en un juez para mí, niño del campo, amenazándome con el castigo y con el infierno. ¡Me gustaba más el Dios de mi tío, que no pisaba la iglesia, pero que todos los días, sin falta, compraba el doble de pan que necesitaba, para darlo a los pobres!”. La fe en Jesús se expresa con las obras.
¿Cuál es el rostro de Dios que revelo a los demás a través de mi comportamiento?.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Benjamín Romo Martín, cm
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