Gn 15, 1-6; 21 ,1-3; Sal 104; Heb 11, 11-12.17-19; Lc 2, 22-40.
Es preciso defender y promover todo lo que de humano y humanizador tiene la familia. Y que muy claramente nos reflejan las lecturas de hoy. Pues nada hay más humano que el cariño, el respeto, la dulzura, el diálogo, la comprensión, la misericordia, el servicio, en fin, el amor incondicional, que aprendemos ante todo en la familia.
La familia representa el primer modelo de sociedad que el niño percibe. Si el modelo es bueno, armonioso y es fuente de gozo, sabrá relacionarse en sociedad con espíritu positivo y constructivo, siendo una persona abierta y solidaria. También la familia es la primera comunidad cristiana, en la que los hijos y todos crecemos en la fe y experimentamos nuestra pertenencia a la Iglesia, la gran familia de Dios.
Poco sabemos de la experiencia familiar de José, María y Jesús –la Sagrada Familia–, pero sabemos que Jesús hizo toda su preparación mesiánica dentro de ese hogar. Va a tener que vivir sin prisa junto a una mujer contemplativa, que todo lo guardaba en su corazón, para que sus ojos aprendan a mirar más allá de las cosas; y a tener que trabajar con José hasta que su carácter y sus hombros se vuelvan lo bastante fuertes para aguantar los golpes y resistir el peso de un madero.
En aquel hogar humilde de trabajo, de meditación y de sabiduría, aprendió a ser hombre y se preparó para proclamar el Reino. Meditemos hoy cómo vivimos todo esto en nuestras familias.
“El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con él”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Catalina Carmona Librado, HdC
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