1 Jn 2, 12-17; Sal 95; Lc 2, 36-40.
“Daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación…”
Esto lo afirma el Evangelio acerca de la profetisa Ana. Y sería una buena actitud para cada uno de nosotros al terminar así este año. Por un lado, dar gracias a Dios: por la vida, por las personas, por las experiencias, por las oportunidades, por las dificultades, enfin, por todo, porque en todo Dios se nos revela y se nos hace presente.
Y por otro lado “hablar del niñoatodos los queaguardan la liberación”, la liberación de lo que nos esclaviza y que principalmente se nos advierte en la lectura de la primera carta de san Juan: “las pasiones de la carne, la codicia de los ojos, y la arrogancia del dinero”, es decir: el placer, el tener y el poder, que compiten, con el amor a Dios en nuestro corazón. Por eso, qué mejor noticia podemos anunciar sino esta, ¡que llega nuestro libertador! Que quiere liberarnos principalmente de nuestro egoísmo, de nuestro pecado y de la búsqueda de nosotros mismos.
La profetisa Ana nos enseña y nos anima a que nunca pensemos que es tarde para encontrarnos con Dios y para hablar de Él a todos los que lo aguardan, a veces sin darse cuenta, y otras incluso negándolo o despreciándolo; pero el corazón humano siempre será sensible a su presencia… y a su ausencia. ¡Así que anunciemos esta gran noticia de su Presencia en medio de nosotros!, ¡con nuestras palabras, pero sobre todo con nuestra propia vida!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Catalina Carmona Librado, HdC
0 comentarios