“Esta vida se ha hecho visible y nosotros la hemos visto y somos testigos de ella”
1 Jn 1, 1-4; Sal 96; Jn 20, 2-8.
Esto es justamente lo que seguimos celebrando en esta octava de Navidad ¡Celebramos la Vida! hecha visible, palpable, audible… hecha carne, hecha humanidad. Nuestra mente y nuestro corazón no alcanzan a contener ni a comprender este misterio de Amor del Padre.
Y hoy concretamente, celebramos a uno de los testigos directos de este hecho: San Juan, apóstol y evangelista; quien, en la primera lectura nos habla, lleno de gozo y casi extasiado, y con la fuerza y la certeza que le da su propia experiencia, acerca del Misterio del Hijo de Dios hecho carne, y que él “ha visto y oído”. Así, vemos el camino que ha recorrido: discípulo, apóstol y evangelista. Es decir, primero fue invitado a aprender del maestro; después es enviado, por el Espíritu Santo a anunciar a Jesucristo y finalmente nos deja por escrito el testimonio de este encuentro con Cristo y de la misión realizada.
Sintámonos también nosotros, invitados a recorrer este mismo camino; sintámonos discípulos de este niño recién nacido, que nos enseña desde la humildad y la pobreza de su origen; anunciemos la grandeza del Amor del Padre que nos ha entregado a su hijo y escribamos una nueva historia, la historia de nuestra
Salvación; pues dando testimonio de cómo Dios nos ha rescatado de la muerte y del pecado, transformaremos nuestra propia historia en historia de salvación y escribiremos nuestro propio Evangelio.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Catalina Carmona Librado, HdC
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