Is 40, 25-31; Sal 102; Mt 11, 28-30.
“Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón”
Este pasaje me lleva a recordar una pequeña narración muy ilustrativa: “Un campesino se encontraba labrando con un par de bueyes, pero uno era enorme y el otro era apenas un pequeño novillo. El buey grande destacaba sobre el pequeño, que trabajaba con él. Yo me sorprendí de ver a alguien tratando de arar con dos animales tan desiguales en el yugo y comenté esta disparidad al hombre con quien yo viajaba. Él detuvo el carro y dijo: ‘Observa la manera cómo están uncidos. Verás que el buey grande está jalando todo el peso, mientras que el pequeño está atado al yugo pero realmente no está jalando nada. Al uncir, normalmente la carga es igualmente distribuida entre los dos queestán uncidos, pero aquí el secreto radica en cómo está colocado el yugo”.
Así creo que funciona cuando cargamos el yugo que nos ofrece Jesucristo. No nos “libera” definitivamente del yugo, sino que nos ofrece uno diferente, uno que en definitiva nos hará realmente libres, porque nos da un sentido de vida y direcciona mejor nuestros esfuerzos, trabajando en la construcción de su Reino.
En el yugo que Él nos ofrece, Él ya ocupa uno de los dos puestos, llevando, en realidad, la carga y nosotros que estamos uncidos a Él, compartimos el gozo y el acompañamiento en el trabajo, siempre y cuando aprendamos a llevarlo como Él. Así que pidámosle con fe: “Jesús manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Catalina Carmona Librado, HdC
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