“Vengan conmigo y los haré pescadores de hombres.
“Sígueme”, nos dices, como se le dijiste a Pedro y a su hermano Andrés. Y tú, Señor, me continúas llamando desde la orilla del lago de mi vida. ¿Por qué, Señor, nos surgen tantos miedos ante la felicidad de seguirte?
¿Acaso es tan importante la pobre barca de nuestros proyectos personales? Ellos –Pedro y Andrés– “al instante, dejaron las redes y te siguieron”. ¿Por qué yo sigo pidiendo prórrogas e inventando dilaciones? Conocí hace años a alguien que me decía: Cuando llegue a los sesenta años, me convertiré… Pero no pudo, se murió a los cuarenta y cinco.
Y tú, Señor, nos llamas para seguirte a ti y a tu misión, a tu persona y a tu causa. ¿Cómo podríamos separar lo que tú uniste para siempre? Por eso, Señor, te doy las gracias, pues siempre veo que la conversión a ti lleva al cuidado y evangelización de los demás. Como hizo Gloria Iglesias a su regreso de un viaje a Lourdes. Abrió su casa a drogadictos, alcohólicos, desahuciados…”No eran niños, ni ancianos, a los que siempre alguien quiere ayudar. No tenían a nadie, iban a morir solos. Monté esta casa para que tuvieran un techo y se sintieran personas dignas”. Ya han pasado más de 180 hombres por su casa. Si a los actuales les preguntan dónde estarían, si no hubieran encontrado en su vida a la señora Gloria, todos responden:“muerto o en la cárcel”. Así nos llamas, Señor, a seguirte siendo pescadores y dando frutos de vida, como ramas vivas injertadas en ti.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm
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