Dan 2, 31-45; Sal: Dan 3, 57-60; Lc 21, 5-11.
“No se dejen engañar; muchos vendrán diciendo… <Yo soy> y <el tiempo está cerca> No los sigan… ”.
Los tiempos estaban muy revueltos antes y durante la vida de Catalina Labouré. “Haremos de Francia un cementerio antes de consentir que no sea regenerada a nuestra manera” decía el revolucionario Carrier, vicepresidente de la Asamblea Nacional. Y la guillotina trabajó a destajo. Los años siguientes tampoco fueron tranquilos. Y, en medio de tantas
fatigas y persecuciones, parece como si la Virgen María le dijera de nuevo a Jesús: “No tienen vino”, y la fe del pueblo se está resecando.
Yel Señorenvióasumejorcatequista, a la Virgen María, a visitar a la “novicia”, llamada Catalina Labouré. Y le trajo un sencillo y prodigioso memorial: la Medalla Milagrosa. “Haz acuñar una medalla según este modelo… las gracias serán muy abundantes para las personas que las lleven con confianza”.
Hoy celebramos la fiesta de Santa Catalina. Ella realizó las indicaciones de la Virgen. Y vivió, día a día, la amorosa voluntad de Dios. Vivió cuidando ancianos. Remendó y planchó sus ropas, vació sus orinales, cuidó para bien de ellos los animales de la granja, sufrió incomprensiones, nadie supo que ella era la vidente. Y aprovechó toda oportunidad para dar testimonio de aquel a quien amaba y lo cuidó con fervor en los más necesitados. Catalinas Labouré es el rostro cotidiano de la santidad. Sirvió a los pobres, pero con tanto amor que lo más sencillo lo hizo extraordinario.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm
0 comentarios