1 Mc 4, 36-37.52-59; Sal: 1Cro 29, 10-12; Lc 19, 45-48.

“Los jefes… buscaban la manera de acabar con él”

«Fue muy grande la alegría del pueblo cuando terminaron con la profanación del templo realizada por los paganos”. Estos pequeños triunfos, estos sencillos regocijos, en medio de la lucha, son un respiro y un don de Dios para seguir caminando. La vida diaria del creyente, acosado y ridiculizado por el ambiente y sus poderosos medios se hace difícil. Necesitamos también la fiesta y la fe viva de los demás que fortifica la nuestra.

Pero, necesitamos no caer nosotros en las profanaciones que lamentábamos. Hoy Jesús llega al Templo y lo encuentra profanado por su mismo pueblo. “Y comenzó a echar fuera a los que vendían, diciéndoles: Mi casa será casa de oración, pero ustedes la han hecho una cueva de bandidos”. Y los jefes, que no entienden que se ha de comenzar a barrer las escaleras de arriba hacia abajo “buscaban la manera de matarlo”.

Podemos fijarnos y criticar la conducta de aquellos que hacían del Templo espacio de sus negocios. Pero, tú eres templo de Dios. “¿O no saben ustedes que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en ustedes, y que Dios les ha dado” (1 Cor 6, 19). Ya puedes arremangarte y comenzar a echar de ti los mercaderes y cambistas que profanan tu cuerpo y mercantilizan tu espíritu. Estamos llamados a “adorar en espíritu y verdad” (Jn 4, 21) y no de mediocres maneras.

No permitas, Señor, que nos convirtamos en cueva de ladrones de tu gloria.

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm