El 19 de noviembre de este año, la Iglesia Católica invita a todos a reflexionar sobre el primer “Día Mundial de los Pobres”, cuyo mensaje completo del Papa Francisco ya está disponible en el sitio web del Vaticano. El tema de la reflexión es “No amemos con palabras, sino con obras”. El “Día Mundial de los Pobres” fue instituido por el Papa Francisco, con ocasión de la celebración del Año Santo Extraordinario de la Misericordia, por medio de la Carta Apostólica titulada “Misericordia et Misera”. La celebración de la fecha y las acciones concretas tienen lugar el día 19 de noviembre de cada año.
Para nosotros, consocios de la SSVP en todo el mundo, la institución del «Día Mundial de los Pobres» resuena proféticamente ante el cuidado que debemos tener hacia el ser humano que se encuentra en esta situación. La pobreza de muchos de nuestros semejantes no es un problema teórico, sino una realidad chocante y palpable. No podemos tener una visión simplista de esta realidad; nuestra visión debe ser holística, pues consiste en la visión del ser humano hecho a imagen y semejanza de Dios. Este día tiene su importancia, pues nos advierte para que procuremos atender con más amor nuestras actividades vicentinas a favor de los menos afortunados, pues una de las mayores pobrezas existentes es justamente la falta de amor.
Para el Papa, la expectativa es que este día sirva de estímulo para reaccionar ante a la cultura de la indiferencia, de ver como un suceso normal al marginado y al excluido, que sirva de estímulo para asumir la “cultura del encuentro” con gestos concretos de oración y de caridad. Para nosotros los cristianos y para el mundo entero, es necesaria una mayor evangelización de los pobres. Los pobres “no son un problema, sino un medio para acoger y vivir la esencia del Evangelio”, dice Francisco.
Según el Banco Mundial, la pobreza extrema llega a 766 millones de personas. Para las organizaciones humanitarias, las cuestiones sobre la desigualdad en la distribución de la riqueza en el mundo son conocidas, pero la frialdad de los números nos da una perspectiva más real y dramática de este tema: las 85 personas más ricas del planeta acumulan la misma riqueza que la mitad más pobre de la humanidad; el 46% de la riqueza del mundo es propiedad del 1% de las familias más ricas; 7 de cada 10 personas viven en países donde la desigualdad en la distribución de la riqueza se ha agravado en los últimos 30 años (dados del Foro Económico Mundial).
Además del aspecto material, no podemos dejar de mencionar el gran desafío que es la pobreza espiritual. De los 7 mil millones de habitantes de la Tierra, sólo 2 mil millones se declaran como cristianos. Tal vez esa sea la razón de que el mundo esté pasando por tantas dificultades, entre guerras, hambre, persecuciones, enfermedades y otros males sobrevenidos. “La mayor de las pobrezas es la falta de Cristo”, ya nos enseñó el Papa Francisco.
La Iglesia Católica – que es la Iglesia de Cristo – siempre ha luchado, desde sus orígenes, contra las formas generadoras de pobreza. Federico Ozanam, principal fundador, siempre advirtió para reflexionar sobre las causas de la pobreza y no sólo para mitigar las consecuencias nefastas de ella. El Papa Francisco apunta que la lucha contra la miseria “material, moral y espiritual” debe ser la prioridad de la Iglesia. “Cuando el poder, el lujo y el dinero se convierten en ídolos, acaban por anteponerse a la exigencia de una distribución equitativa de la riqueza. Por lo tanto, es necesario que las conciencias se conviertan a la justicia, a la igualdad, a la sobriedad y al compartir”.
El mensaje del Papa subraya que la miseria “no coincide con la pobreza”, la miseria es “la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin esperanza”. “Cuántas personas se ven obligadas a soportar la miseria por las condiciones sociales injustas, por la falta de trabajo que las priva de la dignidad de poder traer el pan a casa, por falta de igualdad, por falta de acceso al derecho de educación y salud”, lamenta el Papa (Mensaje para la Cuaresma de 2014).
En las relaciones humanas y sociales, la defensa de los derechos individuales puede dejar a los pobres aún más distantes del reconocimiento de sus derechos básicos y de su dignidad humana. La pobreza es, en gran parte, consecuencia de la falta de la verdadera solidaridad, justicia social y espíritu cristiano. Lo mismo puede suceder entre los pueblos. El Papa Pablo VI, en la Encíclica “Populorum Progressio” (1966), sobre el desarrollo de los pueblos, ya recomendaba a los países “más privilegiados” la renuncia a algunas de sus ventajas para brindar, con más generosidad, sus bienes al servicio de los “pueblos más pobres”. En vez de insistir en la afirmación de sus propios derechos, las economías más ricas deberían estar atentas al clamor de las poblaciones más pobres (cf. 289).
El Consejo General Internacional de la SSVP aprovecha la fecha del “Día Mundial de los Pobres” para invitar a todas las Conferencias Vicentinas del mundo a reflexionar sobre la situación de la exclusión, vulnerabilidad y miseria (espiritual y material) en la que estamos insertos. Desde nuestro origen, en 1833, nuestros fundadores nos marcaron estos fines: Rezar y trabajar por la eliminación de las diversas formas de pobreza, en la línea de superación procurando la dignidad de los menos favorecidos para su integración en la vida en comunidad, llevándoles la alegría del Evangelio. Nos lo dice San Vicente de Paúl: “Dadme un hombre de oración y será capaz de todo”.
El Consejo General reitera, de forma contundente, que toda nuestra estructura internacional está siempre dispuesta para actuar en la eliminación de las formas de pobreza. Que nos unamos a otras entidades, organizaciones e iniciativas con este mismo fin, para que el “Día Mundial de los Pobres” no sea sólo un día, sino una acción de ayuda fraterna y solidaria diaria, constante, por el bien de la humanidad y para el honor y gloria de Cristo Jesús.
Termino este texto citando un pasaje muy emotivo del mensaje del Papa Francisco sobre la celebración del “Día Mundial de los Pobres” en 2017: “No pensemos en los pobres sólo como destinatarios de una buena obra de voluntariado, que se practica una vez por semana, o, menos aún, de gestos improvisados de buena voluntad para dejarnos la conciencia tranquila. Estas experiencias, aunque válidas y útiles (que ciertamente satisfacen las necesidades de tantos hermanos nuestros y suplen las injusticias que a menudo son por nuestra causa), deberían abrirnos a un verdadero encuentro con los pobres y dar lugar a un compartir, que se convierta en un estilo de vida”.
Os ruego que todas las Conferencias y Consejos se involucren efectivamente en las diversas actividades previstas en las parroquias y diócesis católicas con la finalidad de reflexionar sobre el “Día Mundial de los Pobres”
Autor: Renato Lima de Oliveira
Fuente: http://ssvpglobal.org/
0 comentarios